Cuando las cosas no salen como queremos o cómo esperamos, tendemos a buscar culpables, evitar nuestra responsabilidad en el asunto, y responsabilizamos a otros de nuestro malestar o frustración.
¿Os habéis sentido en algún momento así?
En el ámbito profesional, cuando no encontramos trabajo, cuando nos despiden de una empresa o deciden no contratarnos, o sencillamente cuando no estamos a gusto en el trabajo, siempre surgen mil responsables alrededor y nosotros asumimos poca o nada de esa responsabilidad, situándonos en la posición de víctima de las circunstancias y de la vida.
El líder, la empresa, los compañeros, la coyuntura económica y mil agentes más que nos facilitan que nos quedemos de brazos cruzados, muy cómodos en nuestra queja y sin querer ver nuestras herramientas para avanzar a otro lugar.
La figura del emprendedor.
Si buscamos la palabra emprendedor en el diccionario de la RAE nos dice: “Aquel que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras”.
¿Acaso no somos cada uno de nosotros emprendedores?
¿Acaso no estamos emprendiendo cada día en nuestra carrera profesional?
Es independiente de esta definición que decidamos crear una empresa con o sin socios, que trabajemos por cuenta ajena o que decidamos ser autónomos y el tipo de contrato que nos una a una u otra entidad o cliente más o menos grande, o a un trabajo más o menos duradero.
Cada uno de nosotros somos emprendedores y tenemos en nuestras manos la responsabilidad de nuestra carrera profesional. De nuestro presente y futuro profesional.
Cada uno de nosotros, y me ciño estrictamente al ámbito profesional, estamos construyendo un legado que dejamos el día que nos marchamos de cualquier empresa o relación profesional, que dejaremos el día que nos vayamos de este mundo. Y es exactamente ahí donde radica nuestra responsabilidad de construir nuestro proyecto profesional personal. Nuestro emprendimiento personal. Nuestro legado.
Exigimos empresas con valores que a nosotros nos cuesta adivinar en nosotros mismos, empresas que nos confeccionen una carrera profesional, cuando esa confección es nuestra responsabilidad, nuestra estrategia a corto, medio y largo plazo.
Exigimos empresas con una buena estrategia que nosotros nunca nos paramos a elaborar para nosotros porque… ¿no tenemos tiempo?.... mejor lo dejamos en manos del mundo y ya si no funciona, ya me quejo yo de mi mala suerte y vuelvo a ser víctima de las circunstancias.
A lo largo de los dos últimos años he diseñado y facilitado decenas de talleres para profesionales que quieren definir su identidad profesional, su estrategia, su emprendimiento personal al fin y al cabo.
Es curioso cuánto nos cuesta solo ver y nombrar aquello que nos define como profesionales.
Cuánto nos cuesta definir el por qué hacemos lo que hacemos, cómo hacemos lo que hacemos y a veces, hasta poner foco en qué exactamente hacemos.
¿Por qué yo?
Me volqué profesionalmente en esta actividad porque yo también he estado ahí. He estado en la queja, en el victimismo, buscando responsables o culpables de una falta de estrategia profesional o mejor, de dejar en manos de otros mi futuro y carrera profesional.
Hace años que por fin vi que no es un buen sitio. Que no me llevaba a ningún lugar, o al menos a ningún buen lugar. Y que solo en mis manos está diseñar mi futuro, el profesional también. Que yo soy la única responsable de avanzar e ir al lugar al que quiero ir y donde quiero estar.
Esto es algo que también nos cuesta tremendamente definir. Rápidamente respondemos a que sí queremos cumplir nuestros sueños, pero definir esos sueños ya es otra cosa.
Hacerte responsable de tu carrera profesional supone un gran trabajo, salir de la queja también supone un gran esfuerzo porque es el momento en el que te responsabilizas y comienzas a trabajar en ti, para ti y para los demás. Desde otro lugar.
A responderte preguntas que posiblemente antes nunca te habías hecho.
OJO! Porque salir del victimismo supone meterte en líos. Buscar y encontrar alternativas diferentes a esas que hoy estás realizando.
Y es bueno que estés preparado.
El lugar de víctima de las circunstancias es un lugar de inactividad muy cómodo y salir de ahí supone enfrentarte a muchas cosas, lo primero, a tus miedos. Y esto no es agradable. Esto requiere valentía. Definitivamente.
Cristina Recuero
Escribir comentario